miércoles, 7 de diciembre de 2016

¿Qué sucedió en el Concilio de Nicea?

_____________________________SEGUN OPUS DEI____________________________________
El Concilio I de Nicea es el primer Concilio Ecuménico, es decir, universal, en cuanto participaron obispos de todas las regiones donde había cristianos. Tuvo lugar cuando la Iglesia pudo disfrutar de una paz estable y disponía de libertad para reunirse abiertamente. Se desarrolló del 20 de mayo al 25 de julio del año 325. En él participaron algunos obispos que tenían en sus cuerpos las señales de los castigos que habían sufrido por mantenerse fieles en las persecuciones pasadas, que aún estaban muy recientes.
El emperador Constantino, que por esas fechas aún no se había bautizado, facilitó la participación de los Obispos, poniendo a su disposición los servicios de postas imperiales para que hicieran el viaje, y ofreciéndoles hospitalidad en Nicea de Bitinia, cerca de su residencia de Nicomedia. De hecho, consideró muy oportuna esa reunión, pues, tras haber logrado con su victoria contra Licinio en el año 324 la reunificación del Imperio, también deseaba ver unida a la Iglesia, que en esos momentos estaba sacudida por la predicación de Arrio, un sacerdote que negaba la verdadera divinidad de Jesucristo. Desde el año 318 Arrio se había opuesto a su obispo Alejandro de Alejandría, y fue excomulgado en un sínodo de todos los obispos de Egipto. Arrio huyó y se fue a Nicomedia, junto a su amigo el obispo Eusebio.

Entre los Padres Conciliares se contaban las figuras eclesiásticas más relevantes del momento. Estaba Osio, obispo de Córdoba, que según parece presidió las sesiones. Asistió también Alejandro de Alejandría, ayudado por el entonces diácono Atanasio, Marcelo de Ancira, Macario de Jerusalén, Leoncio de Cesarea de Capadocia, Eustacio de Antioquía, y unos presbíteros en representación del Obispo de Roma, que no puedo asistir debido a su avanzada edad. Tampoco faltaron los amigos de Arrio, como Eusebio de Cesarea, Eusebio de Nicomedia y algunos otros. En total fueron unos trescientos los obispos que participaron.

Los partidarios de Arrio, que contaban también con las simpatías del emperador Constantino, pensaban que en cuanto expusieran sus puntos de vista la asamblea les daría la razón. Sin embargo, cuando Eusebio de Nicomedia tomó la palabra para decir que Jesucristo no era más que una criatura, aunque muy excelsa y eminente, y que no era de naturaleza divina, la inmensa mayoría de los asistentes notaron en seguida que esa doctrina traicionaba la fe recibida de los Apóstoles.

 Para evitar tan graves confusiones los Padres Conciliares decidieron redactar, sobre la base del credo bautismal de la iglesia de Cesarea, un símbolo de fe que reflejara de modo sintético y claro la confesión genuina de la fe recibida y admitida por los cristianos desde los orígenes. Se dice en él que Jesucristo es «de la substancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no hecho, homoousios tou Patrou (consustancial al Padre)». Todos los Padres Conciliares, excepto dos obispos, ratificaron ese Credo, el Símbolo Niceno, el 19 de junio del año 325.

Además de esa cuestión fundamental, en Nicea se fijó la celebración de la Pascua en el primer domingo después del primer plenilunio de primavera, siguiendo la praxis habitual en la iglesia de Roma y en muchas otras. También se trataron algunas cuestiones disciplinares de menor importancia, relativas al funcionamiento interno de la Iglesia.

Por lo que respecta al tema más importante, la crisis arriana, poco tiempo después Eusebio de Nicomedia contando con la ayuda de Constantino consiguió volver a su sede, y el propio emperador ordenó al obispo de Constantinopla que admitiera a Arrio a la comunión. Mientras tanto, tras la muerte de Alejandro, Atanasio había accedido al episcopado en Alejandría. Fue una de las mayores figuras de la Iglesia en todo el siglo IV, que defendió con gran altura intelectual la fe de Nicea, pero que precisamente por eso fue enviado al exilio por el emperador.

El historiador Eusebio de Cesarea, también cercano a las tesis arrianas, exagera en sus escritos la influencia de Constantino en el Concilio de Nicea. Si sólo se dispusiera de esa fuente, podría pensarse que el Emperador, además de pronunciar unas palabras de saludo al inicio de las sesiones, tuvo el protagonismo en reconciliar a los adversarios y restaurar la concordia, imponiéndose también en las cuestiones doctrinales por encima de los obispos que participaban en el Concilio. Se trata de una versión sesgada de la realidad.

Atendiendo a todas las fuentes disponibles se puede decir, ciertamente, que Constantino propició la celebración del Concilio de Nicea e influyó en el hecho de su celebración, prestando todo su apoyo. Sin embargo, el estudio de los documentos muestra que el emperador no influyó en la formulación de la fe que se hizo en el Credo, porque no tenía capacidad teológica para dominar las cuestiones que allí se debatían, pero sobre todo porque las fórmulas aprobadas no coinciden con sus inclinaciones personales que se mueven más bien en la línea arriana, es decir, de considerar que Jesucristo no es Dios, sino una criatura excelsa.

Bibliografía: Alois Grillmeier, Cristo en la tradición cristiana: desde el tiempo apostólico hasta el concilio de Calcedonia (451), Sígueme, Salamanca 1997; Javier Paredes (ed.) y otros, Diccionario de los Papas y concilios, Ariel, Barcelona 1998.
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El primer Concilio ecuménico se celebró en el año 325 en Nicea (en turco: İznik), ciudad de Asia Menor, en el territorio de la actual Turquía, y de la que recibe el nombre por el que es conocido, Concilio de Nicea I. Fue convocado por el emperador romano Constantino I el Grande, por consejo del obispo Osio de Córdoba.

Índice

Convocatoria

El emperador Constantino I acababa de imponer su dominio sobre la totalidad del Imperio Romano después de vencer a Majencio. Previamente, Constantino ya había dado muestras de sus simpatías por el cristianismo al dictar el Edicto de Milán del año 313, que daba a los cristianos libertad para reunirse y practicar su culto sin miedo a sufrir persecuciones. No obstante, el emperador era consciente de las numerosas divisiones que existían en el seno del cristianismo, por lo que, siguiendo la recomendación de un sínodo dirigido por Osio de Córdoba en ese mismo año, decidió convocar un concilio ecuménico de obispos en la ciudad de Nicea, donde se encontraba el palacio imperial de verano. El propósito de este concilio era establecer la paz religiosa y construir la unidad de la Iglesia cristiana.1
En aquellos momentos, la cuestión principal que dividía a los cristianos era la denominada controversia arriana, es decir, el debate sobre la naturaleza divina de Jesús. Un sector de los cristianos, liderado por el obispo de Alejandría, Alejandro, y su discípulo y sucesor Atanasio, defendía que Jesús tenía una doble naturaleza, humana y divina, y que por tanto Cristo era verdadero Dios y verdadero hombre; en cambio, otro sector liderado por el presbítero Arrio y por el obispo Eusebio de Nicomedia, afirmaba que Cristo había sido la primera creación de Dios antes del inicio de los tiempos, pero que, habiendo sido creado, no era Dios mismo.
Este fue el primer concilio general de la historia de la Iglesia cristiana, a excepción del llamado concilio de Jerusalén del siglo I, que había reunido a Pablo de Tarso y sus colaboradores más allegados con los apóstoles de Jerusalén encabezados por Santiago el Justo y Pedro.

El Concilio

Aunque todos los obispos cristianos del Imperio fueron formalmente convocados a reunirse en Nicea, en realidad asistieron alrededor de 300 (según Atanasio), o quizá un número ligeramente inferior.2 La mayoría de los obispos eran orientales, si bien participaron también dos representantes del papa Silvestre I. El concilio fue presidido por Osio de Córdoba. También estuvo presente Arrio y algunos pocos defensores de sus posiciones teológicas. La posición contraria a Arrio fue defendida, entre otros, por Alejandro de Alejandría y su joven colaborador, Atanasio de Alejandría.
Constantino I, aunque simpatizaba con los cristianos, no se bautizó hasta que se hallaba en su lecho de muerte. Sin embargo, aparentemente ya se había convertido al cristianismo tras su victoria militar sobre Majencio en 312, ya que había invocado al Dios de los cristianos antes de la batalla. Por ello interpretó su victoria como indicio de la superioridad del Dios cristiano, aunque se guardó de compartir esta interpretación con sus tropas.3

El papel de Constantino en el Concilio

La visión que presenta Eusebio de Cesarea en su obra Vida de Constantino: el emperador participando e influyendo activamente en el desarrollo del concilio. Sin embargo, el autor J. M. Sansterre, en su obra Eusebio de Cesarea y el nacimiento de la teoría cesaropapista, ha rebatido esta posición, señalando que la actuación de Constantino fue respetuosa de los temas que eran de estricta competencia de los padres conciliares. Esto se ve reforzado por los artículos de la Enciclopedia Católica, que sostiene que Constantino I nunca pudo influir sobre los temas teologales, ya que su formación a este respecto era prácticamente nula. Por el contrario, sostiene la misma fuente, Constantino I se encargó de dar el marco físico y político al concilio, con el fin de evitar que los disensos dogmáticos (herejías) pudiesen desembocar de hecho en una fractura política del Imperio.

Consecuencias

Después de Nicea los debates sobre este asunto siguieron por décadas y el propio Constantino I y sus sucesores fueron alternando su apoyo entre los arrianos y los partidarios de las resoluciones de Nicea. Finalmente, el emperador Teodosio estableció el credo del Concilio de Nicea como la norma para su dominio y convocó el Concilio de Constantinopla en 381 para aclarar la fórmula. Aquel concilio acordó colocar al Espíritu Santo en el mismo nivel de Dios y de Cristo y empezó a perfilarse la doctrina trinitaria.

Predecesor:
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Concilio de Nicea I
del 20 de mayo al 25 de julio de 325
Sucesor:
Concilio de Constantinopla I
Textos eliminados del Canon Bíblico
Existe confusión respecto a escritos doctrinales y evangelios eliminados, pero en el Concilio de Nicea no se trató el tema del canon bíblico. Los actuales libros del Nuevo Testamento eran de facto reconocidos como inspirados por todas las iglesias locales (aunque había alguna epístola y el Apocalipsis que eran reconocidos en la mayoría pero no en todas) por eso se confirmaron de iure como parte del canon bíblico pero no en Nicea, sino ya después de Constantino. La mayoría de los evangelios no inspirados (que hoy llamamos apócrifos) no solo no fueron destruidos sino que se siguieron leyendo en muchas iglesias aunque no se considerasen libros inspirados, pero sí inspirantes. No fue hasta el Concilio de Trento (s. XVI) cuando se desaconsejó su uso en servicios religiosos.
Los únicos libros declarados heréticos por este concilio fueron los libros arrianos, que no eran evangelios sino escritos doctrinales, y cuyos ejemplares fueron quemados tras el concilio. El emperador decretó pena capital para quien conservara dichos libros, pero no existe constancia de que se produjeran gran cantidad de muertes por ello. El propio Constantino suavizó sus órdenes solo tres meses después del concilio y acabó incluso simpatizando con los arrianos y atacando a los obispos ortodoxos, o sea, católicos. El propio autor, Arrio, fue excomulgado por la Iglesia y exiliado por el emperador, pero no ejecutado, y años más tarde sería readmitido y exiliado, y readmitido según las presiones que recibía el emperador, aunque la Iglesia mantuvo siempre su excomunión.
A finales de siglo, año 382, en el Concilio de Roma iniciado en el año 381 en el Conclio de Aquilea, el papa Dámaso I declara la lista de los libros que desde entonces serán considerados oficialmente los inspirados, habiéndose debatido qué libros eran los más universalmente aceptados en toda la Iglesia, rechazando aquellos que eran aceptados solo en zonas locales. Esto zanjo la polémica que rodeaba a varios libros. El libro más conflictivo fue el Apocalipsis de San Juan, cuya inclusión encontró cierta oposición en algunas iglesias orientales hasta el siglo IX*, y que el mismo Lutero quiso excluir de la Biblia (junto con la epístola de Santiago) sin conseguirlo.
Durante el Concilio de Nicea, no se declararon falsos los evangelios gnósticos, dado que el gnosticismo fue una herejía más antigua que surgió ya en tiempos del apóstol San Juan. La Iglesia desde los tiempos apostólicos ya consideró herejía al gnosticismo.
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Se convirtieron dioses romanos en santos cristianos,diosas romanas en virgenes,se coloco la cruz(Simbolo de muerte) reemplazando el Icthys (PEZ,simbolo de vida) que identificaba a los cristianos para advertir que quienes se rebelaran contra Roma ese seria su destino y otras cosas mas como los evangelios apocrifos que se quitaron.

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